Invierno de 2006. El pozcas era tan sólo una idea escrita en una servilleta de un bar. Los cuatro que posteriormente formaríamos dicho blog, Max1, Kys, Yagamy2 y un servidor, nos reunimos por algún motivo probablemente no relacionado con este tema. De hecho seguramente nuestro objetivo era echar alguna partida a algo.
Max se sacó de la manga un juego que por aquel entonces era la última novedad y primer gran título de la nueva generación, un juego que yo no conocía y que se llamaba Gears of War. El único problema era que se trataba de un disco solamente compatible con la Xbox 360 que ninguno de los cuatro disponía en aquella época. Nos las apañamos para jugar en una consola de demostración en un establecimiento amigo y por primera vez vi a Marcus Fenix correr bajo esa perspectiva de cámara que tiembla al ritmo de sus pasos y que sigue su hombro.
Inevitablemente meses más tarde me hice con la consola de Microsoft en una oferta que incluía el título de Epic. Y es que tal y como confesamos posteriormente, los cuatro nos convertimos en unos fans acérrimos, empedernidos y bastante asquerosetes de esta saga.
Hoy, cinco años más tarde, podemos jugar a la tercera y teóricamente definitiva entrega de la historia de Marcus y el equipo Delta en su lucha contra los Locust. Nos encontraremos con un mundo ya prácticamente devastado y con la humanidad desapareciendo poco a poco y desperdigada en donde cada uno buenamente puede defenderse. Quedan muy pocos Gears y están marginados por el resto de la sociedad, por aquello de no haber sido capaces de defenderlos cuando las cosas se pusieron feas. Así que básicamente nos encontraremos con un ambiente desolador y bastante deprimente que se supone que le debe dar más dramatismo a la historia.
El problema es el de siempre, esta saga nunca ha destacado por el argumento y esta tercera parte no es una excepción a la norma. Al final no es más que una mera excusa para mandarnos de un lado a otro por el mundo con la única intención de darnos de leches, lancer en mano, contra los bichos del subsuelo, dejando ese sabor de boca de tomar el rol de recadero que tienen muchos videojuegos. Y además hay que añadirle que ni siquiera tuvo la más mínima intención de evitar parodiarse a sí mismo incluyendo al tercero de los hermanos Carmine, haciendo que el nos pasemos todo el tiempo preguntándonos si este personaje morirá y de qué forma.
Pero si este título falla donde los dos precursores también lo hicieron, hay que concederle que vuelve a dar en el clavo en los puntos fuertes. El ya clásico sistema de coberturas que puso de moda al inicio de esta generación sigue tan pulido como siempre, y sigue teniendo ese punto de jugabilidad extra que lo hace superior al del resto de los juegos que lo tratan de implementar. El control es más fino, y se pulen detalles como la inteligencia artificial de los compañeros, que son menos suicidas, o se afinan las acciones para evitar situaciones como recoger munición cuando estabas tratando desesperadamente de rescatar a un compañero herido en medio de una refriega de disparos cruzados.
A todo esto nos iremos encontrando con distintas situaciones a lo largo del juego para evitar que nos resulte excesivamente repetitivo. A las clásicas escenas de defender una posición utilizando ametralladoras o morteros se añaden ahora pasajes en los que tendremos que montar en robots de carga para realizar alguna acción mientras los compañeros lo defienden o momentos de sálvese quien pueda a la carrera para evitar una muerte segura. Y por supuesto la clásica fase de vehículos pasándolo canutas ante bichos que nos atacan, siendo esta vez el medio de transporte un submarino.
Con todo el modo campaña, sin tener un argumento muy elaborado, sin aportar excesivas novedades y siendo corto (no lleva más de un par de días de vicio acabarlo), es tremendamente divertido y reúne méritos suficientes como para que nos dejemos los dineros en este título. Sin embargo está repleto de modos extra, sobre todo multijugador, que hacen que el juego se pueda extender más allá del modo historia.
Entre las novedades nos encontramos con un modo campaña distinto, arcade, en el que se añaden multiplicadores y puntos como si nos encontrásemos en una recreativa de los años noventa. Por otro lado, por fin se nos permite a jugar al modo historia en un grupo de cuatro personas en lugar de dos como ocurría en las entregas anteriores.
En cuanto a los modos online debo dejar claro que apenas he podido probarlo hasta el momento. En cualquier caso, tenemos la posibilidad de jugar al modo horda, que supuso uno de los puntos fuertes de su predecesor, en el que un grupo de amigos se podrá enfrentar en equipo a hordas de enemigos que vienen en cada fase, aumentando su dificultad a medida que superamos cada oleada. Además disponemos de un modo alternativo en el que podremos ser del bando de los Locust, y en el que podemos comprar los distintos tipos de bichos que usaremos entre fase y fase, añadiendo así un componente más estratégico.
También disponemos del clásico modo de lucha por equipos en el que gana el último que acabe en pie. Al principio de cada enfrentamiento tenemos un número total de vidas disponibles para todo el equipo, y en el momento en el que se acaben todas estas vidas se decidirá el ganador de la batalla. Hay varias variantes, en las que se nos exigirán que los enemigos deban ser rematados cuando estén heridos y arrastrándose por los suelos para que el contador de vidas rivales descienda.
Estos son unos pocos ejemplos de los distintos modos de juego de los que disponemos y que por lo poco que he podido jugar parece que están muy cuidados, procurando que las partidas sea siempre niveladas y puliendo muchos detalles que hacían de los modos multijugador un plato poco apetecible en las anteriores entregas de la saga. Pero, como casi siempre, tiene más gracia jugar con colegas que unirse a partidas existentes.
No deja de ser este Gears of War 3 un juego que apenas aporta nada con respecto a los dos primeros. No hace otra cosa que seguir esa máxima que Cliffy B, productor de la saga, dijo en los tiempos de promoción de la segunda parte: Más grande, mejor y más cojonudo3, es decir, ahondar en los puntos fuertes y pulir muchos de los débiles. O dicho de otra forma: proporcionar a los fans de las desventuras de Marcus Fenix y el equipo Delta más de lo mismo, pero porque eso es lo que precisamente queremos.
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